El hombre mediterráneo, además, prefiere no residir en los
lugares de cultivo; se distingue por su vida en comunidad y por la evidente
tendencia a construir aglomeraciones, núcleos habitados en los que se refleja
la solidez de los vínculos sociales y la cultura de las relaciones con sus
semejantes. (…)
(…) M.Aymard lo enfatiza: es la ciudad, fenómeno
histórico radicado en nuestros territorios, lo que genera el carácter “mediterráneo”
, más que el entorno natural, a menudo percibido románticamente como sol, mar,
flores…:”Mucho más que al clima, a la
geología y al relieve, el Mediterráneo debe su unidad a una red de ciudades y
de pueblos precozmente construida y muy resistente: el espacio mediterráneo se
ha formado en torno a ella, y de ella cobra vida. No son las ciudades las que
nacen del campo: es el campo el que nace de las ciudades. A través de ellas se
proyecta sobre el territorio un modelo de organización social cuyo esquema
tratan de reproducir todos los emigrantes, forzosos o voluntarios, allí donde
se encuentren”
En la base de esta organización social fundamental,
encontramos la “casa”, ese núcleo elemental de residencial al que tantas veces
nos remitimos en el afán de individuar una suerte de valor permanente,
diacrónico, rico en sugerencias también para la proyectación actual. Nos
referimos a la famosa “casa mediterránea”, modelo paradigmático de habitar,
consolidados topos figurativo(…)